Sunday, July 22, 2007

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En un mar de indefiniciones
Martiniano Alcocer Álvarez
(Publicado en el Diario de Yucatán, 18-07-2007)
¿Qué dijo? Cuando uno lee artículos como el de Jorge Zepeda Patterson (Diario de Yucatán, 15-07-2007) no puede menos que preguntarse qué quiso decir, a qué se compromete, qué plantea, contra quién o a favor de quién está, cuál es su postura ante los graves problemas.
No le gustan al señor Zepeda los atentados terroristas contra instalaciones de Pemex, pero tampoco le parece que tengan que ser reprimidos. Toma el camino fácil de echarles la viga a “grupos conservadores” que no quieren ver a los pobres —parece que identifica a los guerrilleros con los pobres—. No apoya las marchas de grupos de toda índole y bajo cualquier bandera en la capital —algunos de ellos “protestantes profesionales” que las tienen como un modus vivendi—, pero advierte que “por cada cien o mil marchistas reprimidos creamos un guerrillero”.
Sigue insistiendo en la cantaleta del fraude electoral en julio de 2006 —como a muchos intelectuales que se las dan de progres le parece de avanzada simpatizar con el declinante “Peje”—, aclara que no busca un regreso del PRI, pero da a entender que éste sí sabía qué hacer con los pobres y endilga a “las clases medias y acomodadas” —a las cuales seguro él sería de los últimos en renunciar llegado el caso— el problema de resolver la pobreza.
Y no es que no estemos de acuerdo con la urgencia de resolver el problema —hay 25 millones de pobres en el olvido, como reconoció la titular de la Sedesol, Beatriz Zavala Peniche—, pero tenemos que ser claros a la hora de abordar el problema y plantear una solución. Y “las clases medias y acomodadas”, en su inmensa mayoría, están compuestas de personas que se esfuerzan y luchan para generar riqueza y empleos y en un 99.9% son gente honrada y trabajadora. De modo que no es sólo de ellas el problema de los pobres, sino de la sociedad, incluidos los opinadores.
Es fácil decir que todo está mal. Lo difícil es plantear soluciones y ahí es donde fallamos. Y, desde luego, no es con marchas, atentados violentos y sistemático ataque a las autoridades constituidas como vamos a sacar de la pobreza a 50 millones de mexicanos. Tampoco cargando a “las clases medias y acomodadas” culpas que no tienen o que no son únicamente de un estrato social.
Ampollas. De nuevo levanta ampollas una demanda de jerarcas de la Iglesia Católica de que se les reconozca la ciudadanía plena y otra vez trasnochados jacobinos de izquierda se rasgan las vestiduras ante la posibilidad de que se instaure un “Estado confesional”, posibilidad que les produce comezón en salva sea la parte.
En un Estado democrático como el que se supone es México, no puede haber ciudadanos de primera y de segunda. Todos tenemos una serie de derechos fundamentales que tutelan las leyes, uno de los cuales es participar en política, votar y ser votados y no puede quedar excluido de esta posibilidad ningún mexicano.
Privar de derechos a un conglomerado social, como ocurre hoy día con ministros de culto y militares, es ir contra los postulados del Estado moderno. Ya pasaron las épocas en que, como en los años aciagos del PRI, gobernantes y jerarcas se entendían en lo oscurito. Hoy están puestas las condiciones para que todo se haga a la luz del día y si algún ministro quiere postularse a algún cargo de elección que el Estado no sea quien se lo impida.
Otra vez el chino. ¡Maare, el tal Zhenli Ye Gon le dispara a todo lo que se mueva! En su carta de 17 cuartillas que publica El Universal no deja títere con cabeza.
Ya el presidente Calderón y otros altos funcionarios han calificado de “ridículas y falsas“ las denuncias del oriental —y por nuestra salud mental mejor les creemos—, pero desde luego es urgente que venga o sea traído a México para que aclare y ratifique o rectifique todo cuanto ha dicho, porque es muy grave y genera un cierto escepticismo en la sociedad, vacunada como está de declaraciones de inocencia de la clase política.
Punto de sal. ¿Será verdad lo de la “siniestra conspiración” contra Ye Gon?— Mérida, Yucatán.
malcocer@dy.sureste.com
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Tuesday, July 10, 2007

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La ideología está en fuga
Martiniano Alcocer álvarez
Desideologización. La palabreja no figura en el Diccionario académico, pero sirve muy bien para designar lo que ocurre en el mundo, aunque más acusadamente en los ámbitos políticos. Cada día tiene más seguidores la línea del pragmatismo a ultranza y la ideología pierde terreno al ser considerada como una “cárcel intelectual”. Como dice el famoso tango Cambalache: “Hoy resulta que es lo mismo / ser derecho que traidor, / ignorante, sabio o chorro, /generoso o estafador...”.
Y lo vemos a cada rato y en todos lados. Para no ir más lejos, en las elecciones en Yucatán, partidos de “izquierda” cobijaron sin reparo a quienes apenas acababan de salir de un partido de “derecha”, y en otros ámbitos un ex gobernador perredista es acusado de apoyar a candidatos de otros partidos a quienes lo unen el parentesco o la amistad.
No obstante que la historia está cargada de lecciones derivadas del pragmatismo “puro y duro” de la clase política, hoy parece que de ese mundo donde moran los gobernantes las ideas están desterradas, los filósofos están condenados al ostracismo. Ya no hay ideólogos en los partidos, ya aquellas personas que daban rumbo y guía a las instituciones sociales son una especie casi extinta.
Hoy —y uno no quisiera ser pesimista—, la ideología que priva, si es que así puede llamársele, es la del dinero, del mercado desalmado. Sobre todo desde los partidos, todo se quiere ganar con dinero. Y así vemos casos espeluznantes como el del chino Ye Gon y sus ilícitas relaciones con altas esferas del gobierno.
Hoy ya nadie tiende la mirada al infinito, como postulaba Carlos Castillo Peraza, y todos piensan en ganar la próxima elección a costa de lo que sea. ¡Qué triste!
Contrastes. Las sociedades de la abundancia —señaladamente las europeas occidentales— comienzan a preocuparse por su envejecimiento. Después de decenios del “Estado de bienestar” que construyó sociedades egoístas y cerradas sobre sí mismas, hoy vuelven a la realidad y se dan cuenta de que se les está desbaratando la ilusión de vivir a costillas del gobierno y de que no fue la mejor idea haber cerrado la “producción de hijos”, necesarios para el relevo generacional.
Los mexicanos haríamos bien en mirarnos en ese espejo. Máxime que en buena medida estamos pasando de ser una sociedad de jóvenes a otra de viejos sin haber vivido la plenitud. Estamos comenzando a padecer los problemas de las sociedades ancianas —la bomba de las pensiones, para no ir más lejos—, sin habernos preparado para afrontar los problemas que de eso se derivan.Hoy que se habla de reforma fiscal, de reforma del Estado, de puesta al día de las instituciones nacionales, es conveniente que la sociedad entera —incluido el gobierno— se dé cuenta de que ya no tenemos más tiempo que perder.
Ya está. Chichén Itzá ya es una “nueva maravilla del mundo”. Hoy, en medio de la euforia desatada por esa designación, las advertencias de los peligros que conlleva carecen de sentido.Lo único que nos queda —aparte de insistir en que se trata de un fenómeno mediático en la sociedad de consumo que hoy priva y que le dio a ganar millones de dólares a su promotor— es insistir en que la cultura maya es mucho más que Chichén, con todo lo maravillosa que es esta joya arqueológica.
Hay valores que, gracias a Hunabkú, aún perviven. Uno de ellos, y no el de menor importancia, es una religiosidad arraigada y una espiritualidad profunda que tiene acabadas manifestaciones en ritos y ceremonias como las usadas para dedicar la tierra, bendecir las bodas, dar gracias por las cosechas... También están la lengua, viva y presente en la cotidianidad de miles de vidas, y la medicina tradicional. Las construcciones del clásico maya como Uxmal, Sayil, Labná, etcétera son otras pruebas de la grandeza de esa raza que es mucho, pero mucho más que Chichén.
Punto de sal. El señor Weber no se cansa de ganar dinero. Ahora nos salta con las nuevas siete maravillas naturales del mundo.— Mérida, Yucatán.
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Wednesday, July 04, 2007

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Las amenazas de un oriental
Martiniano Alcocer Álvarez
(Publicado en el Diario de Yucatán el 04/07/2007)
Cuento chino. Habría que preguntarle al señor procurador general de Justicia, Eduardo Medina Mora, si piensa que los mexicanos somos tontos. La noche del martes 2, en su comparecencia ante la suprema corte de Televisa y uno de sus magistrados plenipotenciarios, Joaquín López Dóriga, a la pregunta de que cómo era posible ver al chino Zhenli Ye Gon, “prófugo buscado en 180 países por la Interpol”, paseando tranquilamente por Nueva York, el procurador respondió que la policía lo está buscando y que ya estaba expedida su “ficha roja”.
El chino, bien trajeado, relajado y tranquilo, no sólo se pasea por Nueva York, sino que tiene el descaro de mandar al presidente Calderón una carta chantajista, en la cual le advierte que, o transan o él va a soltar la sopa y que tiene unas “papas calientes” que pueden indigestar a la propia Presidencia y al PAN.
El oriental suelta una bomba y el procurador sigue impávido: el dinero que le fue incautado —207 millones de dólares, miles de euros y algunos milloncejos de pesos— se lo entregó el entonces integrante del equipo de campaña de Calderón y hoy secretario del Trabajo, “Javier (Lozano) Alarcón”, y era para financiar al PAN ni más ni menos.
O sea, dice uno, un traficante de drogas, que acusa y amenaza al gobierno, se pasea impunemente en Nueva York y el brazo de la justicia es incapaz de llegar a él, prenderlo y hacerlo pagar. ¿Cara de qué nos ve el señor Medina?
Chichén. Lo dijimos desde este espacio hace meses: lo de las siete nuevas maravillas del mundo —Chichén Itzá incluido— es una patraña genial, invento de un audaz estafador que se está haciendo de millones de dólares con la venta de ilusiones a incautos, algunos gobiernos, como el de México, entre ellos, que gastan toneladas de dinero en una votación sin ningún aval oficial y contra la decisión de la Unesco, único organismo autorizado para designar patrimonio universal algún sitio, cultura o tradición.
Hoy, cuando faltan unas horas para que se desvele el misterio que el señor Weber mantiene en torno a la votación, en medio de la fiebre mediática —con su alteza serenísima la televisión a la cabeza— oímos, apenas en susurro, la voz de los especialistas que advierten de los peligros que corre por una eventual sobreexposición al turismo la que es, sin necesidad de que un vivales lo certifique, una maravilla universal, Patrimonio de la Humanidad.
Se trata de un mero negocio que en nada va a beneficiar a la zona arqueológica y que a los únicos que probablemente les rinda alguna utilidad, aparte de Weber, es a los empresarios turísticos de Cancún y la Riviera Maya.
¿Periodistas? Con motivo de la reciente “deserción” de Carlos Salcido, Pavel Pardo y Ricardo Osorio y de la supuesta molestia de Cuauhtémoc Blanco porque el pesadísimo Hugo Sánchez lo ha puesto a jugar muy poco en la Copa América, ha quedado de manifiesto una forma de hacer periodismo deportivo por demás deleznable. A imitación de los zafios reporteros de espectáculos de la TV, los de deportes se dedican a la caza de chismes, supuestos y rumores en torno a los deportistas mexicanos. Algunos logran exacerbar tanto la pasión nacionalista de los aficionados ignorantes que se ha llegado al absurdo de calificar como traidores a la patria a los “desertores” y a pedir que se les prohíba volver a vestir de nuevo la “gloriosa verde”.
A esos periodistas se les olvida que hoy día el fútbol es, más que deporte, un espectáculo profesional donde la fama dura un suspiro y que si los de pantalón largo se forran a costa de quienes ponen las piernas en el campo, es justo que éstos, antes que inmolarse en aras de nacionalismos de hojalata, vean por sus intereses. Si Salcido, Pardo y Osorio creen que pueden sufrir un percance que trunque su incipiente carrera en Europa, hay que aplaudir su decisión de no jugar en la Copa. Primero están ellos y sus familias. Lo demás son pamplinas.
Punto de sal. ¿De qué privilegios goza Televisa que puede meterse donde quiera en Chichén Itzá?— Mérida, Yucatán.
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Consumidores y más egoístas
Martiniano Alcocer Álvarez
(Publicado en el Diario de Yucatàn el 26/06/2007)
“La fuerza de los pocos”. Andrés Ortega, politólogo, columnista del diario español El País, acaba de publicar un libro titulado como comienza este párrafo. En la presentación, que estuvo a cargo del autor y de Juan José Millás, también columnista de El País y dueño de una prosa cautivadora y profunda, Ortega advirtió que hoy día “nos estamos convirtiendo de ciudadanos en consumidores y, más allá, en usuarios” y que nuestras sociedades se están quedando sin valores y transformándose en “poco profundas”.
Ortega advierte que “las religiones más radicales están reemplazando a la política” y considera que existe en estos momentos “una lucha por el poder en sí mismo, no para conseguir objetivos y hacer cosas”. Por eso mismo, cree que “los partidos políticos son como empresas de trabajo temporal” y ve un “gran peligro” en las “identidades sin raíces”. “Los nacionalismos inventan a menudo su propia historia”, afirmó, según una crónica del acto de presentación en Madrid. Ojalá pronto tengamos en México la obra de Ortega, que sale bajo el sello de Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores.
Ancianos desamparados. La ONU calcula que en 2050 habrá en el mundo 2,000 millones de ancianos (personas mayores de 60 años), de los cuales 1,600 millones estarán en los “países en desarrrollo” y 1,200 millones vivirán en condiciones de “inseguridad social”, lo cual no quiere decir otra cosa sino que las naciones en las que vivirán van a pasar serios problemas para financiar sus sistemas de pensiones y salud.
Hoy día la familia tradicional se enfrenta a profundas transformaciones y cada vez más los ancianos van quedando relegados porque los hijos no tienen tiempo para dedicarles, entregados como están, en su inmensa mayoría, a la búsqueda del estatus social y económico. En el mundo de hoy el anciano no tiene cabida y va dejando de ser el referente moral, el eje y núcleo en torno al cual van creciendo los hijos y los nietos. Dígame si no, hace cuánto tiempo que usted, lector, no se reúne en una comida dominical en la casa de sus padres si aún viven.
Quizá parezca trivial, pero aquellos almuerzos dominicales con puchero de tres carnes (un guiso tradicional yucateco hecho a base de res, puerco y gallina, con mucha verdura) en casa de los papás —donde los nietos abrevaban de la sabiduría de los ancianos y les alegraban a éstos la vida con su vitalidad— son hoy apenas un leve recuerdo. Casi siempre se suplen —porque es más cómodo y evita trajines— con el bufete en algún hotel o el viaje al restaurante en el puerto. Esto por decir sólo algo.
Aquellos hijos que todas las noches o las mañanas, camino a su casa o a su trabajo, pasaban a casa de sus padres a darles un beso y enterarse de cómo les iba son una especie en extinción. Y todo esto no significa otra cosa sino que los ancianos van siendo más y más un estorbo o cuando mucho la guardería gratuita de los hijos y eso mientras están utilizables.
El “Estado de bienestar a la europea”, como lo llama Andrés Ortega, no ha sabido “abordar con decencia” el problema de la ancianidad. Hoy el mundo es de los jóvenes, de quienes sólo saben usar la vida que en ellos rebosa para tener más cada día. Pero no deben olvidar aquella sentencia: “Como te ves me vi, como me ves te verás”. Tomen nota.
Muros y fronteras. Hay un tema de gran profundidad que hoy sólo vamos a esbozar pero que debería ser motivo de estudio de urbanistas, sociólogos y psicólogos: el de las “privadas”, o sea conjuntos de viviendas encerrados detrás de altos muros que aíslan a sus habitantes del tráfago y la miseria que viven fuera de esas fortalezas.
Censuramos con dureza a los Estados Unidos porque se atreven a levantar un muro para frenar la, por otra parte, imparable inmigración derivada de la pobreza y la injusticia en los países “expulsores”, pero no paramos mientes en ese fenómeno urbano cada vez más extendido: lindas casas, bellos jardines y confortables áreas comunes que dejan a sus ocupantes “lejos de todos”.
Punto de sal. La juventud pasa más rápido que un suspiro.— Mérida, Yucatán.
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Cosas de la (doble) moral
Martiniano Alcocer álvarez
(Publicado en el Diario de Yucatán el 19/06/2007)
“Náñaras”. Cuando oigo que alguien se pone a sí mismo u a otro como modelo de intachable moral, de honradez impecable, de defensor de las causas de la verdad, me dan ñáñaras, una palabra que no admite aún el Diccionario académico, pero que significa algo así como escalofríos, cuzcuz, miedo, comezón en salva sea la parte... Y es que el hombre está hecho de claroscuros y pobre de aquel que no ha tenido ocasión de caer —o que se niega a reconocer que ha caído muchas veces— porque no sabe lo que cuesta levantarse y le es difícil entender y más comprender a su prójimo en desgracia. Y mejor no digo más.
Cuando oigo o leo que una autoridad habla de sancionar las faltas a la moral, me sucede lo mismo exactamente. ¿Faltas a la moral? ¿Quién y con qué criterios lo define? ¿Un beso en público o muchos besos en público son faltas a la moral? ¿La moral de quién? Yo creo que en estos casos la autoridad tendría que andar con pies de plomo. Y lo digo por las recientes redadas de los que la policía de Mérida cataloga como homosexuales —basada nomás en su apariencia— realizadas en la Plaza Grande y uno de cuyos argumentos es que cometen “actos reñidos con la moral”.
En una sociedad como la nuestra, que se precia de respetar el Estado de Derecho y las garantías individuales, hay valores más evidentes —iba a decir más importantes, pero no quiero caer en lo que critico— y más inmediatos que la moral —un valor que cae dentro de los límites de la intimidad personal— y que están tulelados por las leyes escritas —el Derecho Positivo— que son los que debe preservar la autoridad. Lo moral debe quedar en el ámbito de lo privado y sujeto a la recta y bien informada conciencia de cada persona.
¿Dónde están? Cuando apenas se va disipando el humo de la contienda electoral —resuelta para fortuna de los yucatecos casi en santa paz— y aunque todavía quedan asuntos pendientes en la última instancia jurídica, el Trife, uno se entera de que esforzados candidatos y candidatas perdedores van y vienen del Cono Sur, de Europa o de Estados Unidos a donde acuden a “desestresarse” y descansar de la friega.
Y uno piensa que dichosas esas personas que tienen recursos suficientes para, en vista de que los ciudadanos no les dimos el voto, salir en busca de paraísos en los cuales relajarse y sanar las heridas que les dejó la campaña y los daños causados a sus egos e intereses. Pero también se pregunta: Y los ciudadanos que sufrieron —sufrimos— sus desaforadas promesas, los que pusieron su confianza en ellos y ellas y que hoy están frustrados porque sus líderes no llegaron, ¿qué pueden hacer para “desestresarse”? La inmensa mayoría apenas tiene para llevar el pan a su casa y no puede estar pensando ni siquiera en ir a Progreso a tomar un baño de sol y comer un pescado. Como que esos sacrificados políticos no son precisamente solidarios con los que en ellos confiaron.
Vuelco. Comienza en breves días a materializrse el vuelco político que representó la victoria del PRI en la gubernatura, el Congreso y 59 ayuntamientos. En menos de 15 días, la nueva mayoría se hará realidad en la Legislatura y las comunas y dentro de mes y medio se cerrará el círculo con la toma de posesión de la gobernadora Ivonne Ortega Pacheco.
Los ciudadanos seguramente esperan que este golpe de timón sea en su beneficio y que puedan seguir confiando en la democracia. La señora Ortega Pacheco tiene un compromiso de inmensa envergadura con los yucatecos e, insistimos, ojalá tenga junto a sí a las personas idóneas para cumplirlo. Yucatán vale la pena.
Punto de sal. Esta noche de las 9 a las 10, por Trece TV, será la cuarta emisión del “Xek de letras”.— Mérida, Yucatán.
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