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En un mar de indefiniciones
Martiniano Alcocer Álvarez
(Publicado en el Diario de Yucatán, 18-07-2007)
¿Qué dijo? Cuando uno lee artículos como el de Jorge Zepeda Patterson (Diario de Yucatán, 15-07-2007) no puede menos que preguntarse qué quiso decir, a qué se compromete, qué plantea, contra quién o a favor de quién está, cuál es su postura ante los graves problemas.
No le gustan al señor Zepeda los atentados terroristas contra instalaciones de Pemex, pero tampoco le parece que tengan que ser reprimidos. Toma el camino fácil de echarles la viga a “grupos conservadores” que no quieren ver a los pobres —parece que identifica a los guerrilleros con los pobres—. No apoya las marchas de grupos de toda índole y bajo cualquier bandera en la capital —algunos de ellos “protestantes profesionales” que las tienen como un modus vivendi—, pero advierte que “por cada cien o mil marchistas reprimidos creamos un guerrillero”.
Sigue insistiendo en la cantaleta del fraude electoral en julio de 2006 —como a muchos intelectuales que se las dan de progres le parece de avanzada simpatizar con el declinante “Peje”—, aclara que no busca un regreso del PRI, pero da a entender que éste sí sabía qué hacer con los pobres y endilga a “las clases medias y acomodadas” —a las cuales seguro él sería de los últimos en renunciar llegado el caso— el problema de resolver la pobreza.
Y no es que no estemos de acuerdo con la urgencia de resolver el problema —hay 25 millones de pobres en el olvido, como reconoció la titular de la Sedesol, Beatriz Zavala Peniche—, pero tenemos que ser claros a la hora de abordar el problema y plantear una solución. Y “las clases medias y acomodadas”, en su inmensa mayoría, están compuestas de personas que se esfuerzan y luchan para generar riqueza y empleos y en un 99.9% son gente honrada y trabajadora. De modo que no es sólo de ellas el problema de los pobres, sino de la sociedad, incluidos los opinadores.
Es fácil decir que todo está mal. Lo difícil es plantear soluciones y ahí es donde fallamos. Y, desde luego, no es con marchas, atentados violentos y sistemático ataque a las autoridades constituidas como vamos a sacar de la pobreza a 50 millones de mexicanos. Tampoco cargando a “las clases medias y acomodadas” culpas que no tienen o que no son únicamente de un estrato social.
Ampollas. De nuevo levanta ampollas una demanda de jerarcas de la Iglesia Católica de que se les reconozca la ciudadanía plena y otra vez trasnochados jacobinos de izquierda se rasgan las vestiduras ante la posibilidad de que se instaure un “Estado confesional”, posibilidad que les produce comezón en salva sea la parte.
En un Estado democrático como el que se supone es México, no puede haber ciudadanos de primera y de segunda. Todos tenemos una serie de derechos fundamentales que tutelan las leyes, uno de los cuales es participar en política, votar y ser votados y no puede quedar excluido de esta posibilidad ningún mexicano.
Privar de derechos a un conglomerado social, como ocurre hoy día con ministros de culto y militares, es ir contra los postulados del Estado moderno. Ya pasaron las épocas en que, como en los años aciagos del PRI, gobernantes y jerarcas se entendían en lo oscurito. Hoy están puestas las condiciones para que todo se haga a la luz del día y si algún ministro quiere postularse a algún cargo de elección que el Estado no sea quien se lo impida.
Otra vez el chino. ¡Maare, el tal Zhenli Ye Gon le dispara a todo lo que se mueva! En su carta de 17 cuartillas que publica El Universal no deja títere con cabeza.
Ya el presidente Calderón y otros altos funcionarios han calificado de “ridículas y falsas“ las denuncias del oriental —y por nuestra salud mental mejor les creemos—, pero desde luego es urgente que venga o sea traído a México para que aclare y ratifique o rectifique todo cuanto ha dicho, porque es muy grave y genera un cierto escepticismo en la sociedad, vacunada como está de declaraciones de inocencia de la clase política.
Punto de sal. ¿Será verdad lo de la “siniestra conspiración” contra Ye Gon?— Mérida, Yucatán.
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