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Informe: otra vez pleito
Martiniano Alcocer Álvarez
(Publicado en el Diario de Yucatán el 14/08/2007)
Ritornelo. Como todos los años, por estas fechas se gastan toneladas de tinta y papel y se vierten miles de litros de saliva en el tema del Informe presidencial: que si ya es obsoleta la forma, que si está desgastado el procedimiento, que si debe hablar o no debe hablar el Presidente, que si debe oír o no debe oír a los legisladores, que si es un resabio de la era de la presidencia imperial..., en fin, palabras van y palabras vienen, años van y años y vienen y el tema de agosto es siempre el mismo: la comparecencia del mandatario ante la “augusta soberanía” del Congreso para dar cuenta de la marcha de los asuntos de la Nación.
Hoy de nuevo el tema está en el tapete de la actualidad, abonado por las palabras de Felipe Calderón que ofrece dialogar y debatir con los legisladores el 1 de septiembre en la misma casa del Legislativo.Unos dicen que se trata de un golpe mediático bien calculado por Calderón y sus asesores, en busca de su legitimación, la cual se daría automáticamente, piensan, al ser admitido como interlocutor válido por todas las fuerzas representadas en el Congreso, incluido el PRD, cuyo líder, Leonel Cota, se refirió hace unos días al mandatario —no se sabe si por un lapsus o mediante una calculada movida política—, como “presidente Calderón”. Otros, como AMLO —a quien le “da flojera” el Informe de Calderón—, o su títere en la capital, Marcelo Ebrad, advierten que haga lo que haga, el Presidente “no existe” o no “los va a arrodillar”.
Desde esta columna sostenemos que Felipe Calderón no necesita que nadie lo legitime. Las leyes e instituciones vigentes lo han hecho ya mediante los procedimientos establecidos. Pero también creemos que sí estaría bien que acuda a hablar con los legisladores no sólo ese día, sino todas las veces que uno u otro lo consideren necesario, en esa que es, según reza la propaganda al uso, la sede por antonomasia del diálogo político y que ambas partes pueden discutir sin cortapisas ni ánimos de fajador de barrio sobre los grandes temas nacionales.
Respecto del Informe, nos parece también que no hace falta nada de ceremonia y pompa. Con que lo entregue y se retire es más que suficiente.
Entonces, ¿quién la eligió?— Un poco en broma, pero mucho en serio, en los últimos días he preguntado a varias personas que lamentan la forma en que la gobernadora Ivonne Ortega Pacheco integró a su equipo de colaboradores si están arrepentidas de haber votado por ella. Invariablemente la respuesta es: “Eh, para nada, yo no voté por ella”. Y lo he preguntado a más de 10: ninguno admite haber votado por la señora Ortega.
Luego les he hecho y ahora las hago públicas las preguntas: ¿Y entonces quién la eligió? ¿De dónde salieron los más de 400,000 votos que la hicieron arrasar con sus rivales y le otorgaron una ventaja de 62,000 votos sobre el panista Xavier Abreu Sierra? De nuevo insisto: si los yucatecos, en mayoría suficiente para no dudar de su legitimidad, le dimos el triunfo —hayamos o no votado por ella, lo hicimos como sociedad—, si el proceso ya fue sancionado por las instancias que deben sancionarlo y si ya rindió protesta de ley y está en pleno ejercicio de sus atribuciones, a nosotros, a fuer de demócratas, como nos preciamos de ser, no nos queda más que darle nuestra confianza, esperar que cumpla sus promesas de campaña, acompañarla con todo nuestro entusiasmo para que haga las cosas lo mejor que pueda en beneficio de Yucatán. Y, si dentro de cinco años, el balance no arroja lo que esperábamos, de nuevo ejercer nuestra ciudadanía como electores responsables.
Nombrar a su gabinete es su responsabilidad. La de los integrantes de este equipo rendir al máximo para no fallarle a su jefa y dejar de pensar en elecciones para mirar lejos en el futuro de Yucatán. La nuestra, como ciudadanos, estar atentos y llegada la hora de ejercer nuestra soberanía pensar bien a quién le damos nuestra confianza.
La gasolina. Perdido entre una maraña de números mareantes, una danza de miles de millones de dólares, en el informe sobre la balanza comercial de México en junio —que incluye las más mareantes cifras del semestre—, un dato nos llama la atención: en el mes referido, México importó gasolina con un monto de 1,109 millones de dólares, un alza de 91.7%.
La información es preocupante, sobre todo porque México es un país que, según los especialistas, nada en petróleo y obtiene elevadísimas ganancias por la venta de crudo. Un dirigente del Grupo Constitución de ingenieros petroleros, entrevistado por el Imer, aseguró que el costo total de extracción del barril de crudo no pasa de los cinco dólares y se vende, hoy día, a más de 60 dólares. Pero también advirtió que el régimen fiscal impuesto a Pemex ahoga toda posibilidad de reinvertir esas fabulosas ganancias en exploración y explotación del crudo.
Resabios de la época del partido de Estado que, si seguimos manteniéndolos, van a llevar a la ruina a la industria petrolera en un lapso de 10 años, según el propio especialista. Y, como dijo alguna vez La Quina a De la Madrid, si se hunde Pemex, se hunde el país.
Punto de sal. Por favor, no les haga caso a los periodistas que escriben: “Se invirtieron recursos por un monto de...”. Mejor diga: “Se invirtieron... (y la cantidad que sea)”. Es muy bello en su concisión nuestro idioma y es muy cruel que lo engordemos con palabras “chatarra”.— Mérida, Yucatán.
malcocer@dy.sureste.com
http://martinianoalcocer.blogspot.com
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