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A golpes por todos lados
Martiniano Alcocer Álvarez
La “guerra sucia”. A veces nos mueven a risa, nos divierte el ingenio que derrochan sus autores y festejamos las ocurrencias. Sin embargo, la “guerra sucia” que se ha desatado en todos los frentes políticos es un suceso que hay que ver y juzgar con toda la seriedad que el caso amerita.
Yo no sé si los analistas y estrategos de los partidos piensen que darles por sus lados flacos a sus rivales es una buena forma de lograr adeptos y, por consiguiente, votos, pero no creo que a fin de cuentas reditúe en nada bueno para la sociedad utilizar las flaquezas humanas o los errores, reales o supuestos, de los rivales para exhibirlos.
Hasta ahora, mayormente esta campaña ha servido para abonar el pesimismo de grandes núcleos de la sociedad, hartos ya de dimes y diretes, “trompos”, vacas misteriosas en el agua potable, casas que hablan y otras basuras que se han arrojado encima los candidatos o sus “room war”.
Es hora de conocer propuestas, de dejar de encerrarse en conciliábulos con cúpulas empresariales, religiosas y de otra índole para hablar casi en secreto de sus planes; es hora de que salgan a las plazas y a las calles, visiten las casas, pero no para dejar papelitos en los coches —y así contribuir a ensuciar más las ciudades—, busquen a los ciudadanos para convencerlos de sus ofertas.
Ya hasta guerra de festivales se han inventado últimamente y así mientras una va a Progreso con ex académicos, otro trae a la Plaza Grande a una caravana musical. Mejor que inviertan el dinero que reciben a carretadas en cosas más útiles que el pan y circo.
El Holocausto. El mundo conmemoró ayer el Holocausto, o Shoah, que no es otra cosa que la muerte de seis millones de judíos en los campos de concentración nazis. La fecha nos recuerda hasta qué punto son capaces de llegar la barbarie y la crueldad humanas, puesto que, como se sabe, la intención del régimen hitleriano era exterminar a los judíos, raza considerada inferior por los nazis que llegaron a dominar Europa entera de 1939 a 1945 en que fueron derrotados por los Aliados.
Hoy el mundo —cada uno de nosotros— tiene que hacer la promesa de que sucesos como el que ayer trajo al presente el recuerdo de esos millones de víctimas no se van a repetir nunca más.
Hoy los judíos, el pueblo de Israel —víctima principal pero no única del intento nazi de exterminio—, tienen que hacer también un serio examen de conciencia, porque en muchos episodios de su historia turbulenta ese pueblo admirable y admirado —martirizado— ha actuado con crueldad y saña ante sus vecinos de Palestina, como ellos, igualmente merecedores de una tierra donde fincar sus vidas y mecer sus sueños.
Presunciones y abusos. De un tiempo a esta parte —no sabemos bien por qué— nuestros periódicos se han llenado de presuntos y presuntas. Así leemos, por ejemplo, que en algún caso se analizaron “presuntas evidencias”, lo cual constituye, aparte de una palmaria contradicción, muestra de desapego al diccionario. Evidencia es: “Certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar. Prueba determinante en un proceso. Certidumbre de algo, de modo que el sentir o juzgar lo contrario sea tenido por temeridad. Y presunto es “aquel a quien se considera posible autor de un delito antes de ser juzgado” y también supuesto, o sea algo que se toma como hipótesis o base para un razonamiento o un juicio.
Nuestros periodistas harían bien en asomarse más seguido al diccionario. No se nos olvide que muchas personas tienen en el periódico su fuente de consulta.
Punto de sal. A Ernesto González Cansino lo acusan, entre otras cosas, de “presunto colaborador” de Xavier Abreu Sierra. ¡Atió!— Mérida, Yucatán
malcocer@dy.sureste.com
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